Heroínas: Frances Oldham Kelsey


La doctora Kelsey, médico y farmacóloga canadiense, se negó a autorizar la comercialización de la talidomida en Estados Unidos porque tenía dudas sobre su seguridad. 

Hace falta un gran coraje para resistir las presiones de una poderosa farmacéutica empeñada en sacar adelante un producto, se necesitan unos sólidos principios éticos y un gran valor para mantenerse firme sin ceder.

Y es que tuvo suerte. Quedó patente que la talidomida atravesaba la barrera placentaria creando graves defectos en el feto, lo que convirtió a Kelsey en una heroína en Estados Unidos, pero ¿qué habría pasado si la talidomida no hubiese dado la cara y se hubiese limitado a crear problemas indetectables? Posiblemente Kelsey se hubiera visto sustituida por alguien más complaciente con la industria y hubiese perdido su prestigio profesional. Tuvo suerte, se atrevió a enfrentarse con tan poderoso enemigo y no salió mal parada porque la talidomida resultó ser uno de los errores más palpables de la historia de las farmacéuticas. 

Pese a que se estaba utilizando ya en Europa y Africa como calmante y tranquilizante específico para mujeres embarazadas, y a la presión ejercida por el fabricante, Kelsey​ se negó a autorizar el medicamento, insistiendo en solicitar más estudios, dado que existía un estudio clínico inglés que documentaba efectos secundarios sobre el sistema nervioso.  Bien por ella, por su coraje y su determinación. 

¿Y nosotros? ¿Qué habríamos hecho nosotros en sus circunstancias?




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